viernes, 29 de mayo de 2020

ESCOLLERA CAPITULO 15

El viejo estaba sentado frente al faro, era un faro viejo y abandonado. Frente a la escollera dónde las olas golpeaban con toda su furia. El embate de las olas era tan fuerte que el vapor de sal llegaba hasta el viejo.
Había sido marino de alta mar, como pescador y viajero. Tenía una mirada perdida, como si recordara algo. Las olas casi llegaban hasta sus pies quemados por la sal y llenos de cicatrices por caminar descalzo entre las rocas filosas por los berberechos. Su cuerpo era grande y aún musculoso, recuerdos de una vida de trabajo, luchas y caminatas.
Antaño pasaba horas haciendo ejercicios de lucha, combate y cabalgatas. Blandía cualquier tipo de sable, espada o cuchillo. Hábil en cuestiones de guerra tanto así como lucha a como enseñanza de estrategia. Algo que había aprendido cuando estuvo como soldado en la legión extranjera. Ahí estuvo varios años, de marchas interminables, batallas y su primer contacto con la muerte. La muerte de sus compañeros y las que él mismo provocaba. Hasta que en una de esas caminatas hacia la nada fueron rodeados y atacados por los beduinos, hombres por demás acostumbrados a matar a sangre fría. En realidad los antiguos beduinos no eran así, pero los continuos embates de distintas naciones para intentar y lograr conquistar sus tierras y el interés en el camino de las especias los volvieron sangrientos hacia el extranjero. Y no les perdonaban la vida, ni siquiera a las mujeres y niños. Así que buscar y destruir a los soldados de la legión extranjera era una causa común en el desierto. A Moreno le disgustaba esto ya que los legionarios habían sido sus hermanos de sangre, no podía permitir que se derramara sangre de sus hermanos, ni legionarios ni beduinos. Y a muchas caravanas que a veces se cruzaban en su camino y debían proteger largas filas de extranjeros, propios y ajenos a la vida del desierto. A pesar de no tener ni siquiera la misma religión el León sabía la diferencia entre la justicia y la crueldad. Y la aplicaba.

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