sábado, 17 de octubre de 2020

AUSENCIAS CAPÍTULO 21

El sol pegaba fuerte en la piel ajada. El viento soplaba como todos los días y la arena se acumulaba en sus pies. La mirada se perdía a lo lejos y la caña de pescar se inclinaba con cada ola. Algún pez habrá picado pero el viejo estaba perdido una vez más en su mente.
La tristeza se notaba en la pesadez de sus ojos verdes. Miró la caña y prefirió volver al ensueño.
En las dunas repicaba la arena con el viento, la cara cubierta con una tela para protegerse de la ceguera del desierto. Moreno era su nombre y ya no era el viejo que miraba el tiempo pasar a la sombra de un faro abandonado, su vida se le escurrió entre los dedos y se perdió en la arena del desierto.
No le importa el futuro, porque no tiene. Solo puede vivir a través de los recuerdos. Una y otra vez revive en su mente atormentada a su amor, la guerra y las dunas.
La empuñadura de un sable clamaba por ser acariciada por la mano de su amo. Y éste pronto le daría su oportunidad.
Una vez más su pueblo era atacado por extraños. Una tribu extranjera azotaba el desierto, liderado por un guerrero duro y voraz de sangre. En poco tiempo había asolado la zona, tribu tras tribu caían ante la ferocidad de este nuevo pueblo. Moreno no había encontrado otra solución más que confrontar al enemigo y para esto había tenido que unirse a otra tribu que antiguamente eran enemigos, pero como dice la frase “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, tuvo que aliarse con ellos momentáneamente para poder tener el poder y mayor cantidad de guerreros aliados.
Detrás del él se encontraban más de trescientas almas armadas hasta los dientes, caballos, sables y cuchillos por doquier.
Esperaban la orden de su capitán, Moreno observaba el horizonte buscando el remolino de arena que indicaría el embate de este hombre sanguinario, que no se contentaba con apoderarse de los oasis, armas y alimentos, si no que pasaba a deguello a quien quedara vivo, no importaba si eran mujeres o niños. Esto enfurecía la mente del león.
Pasaron las horas y no se veía al sanguinario y sus hombres. Moreno pasó de la furia a la preocupación, en su mente corrían muchas ideas y la sospecha.
Dio la orden de regresar a la aldea, sus guerreros leyeron en sus ojos el temor. El temor de que este enemigo fuera más astuto que ellos y que la táctica de tenaza que iban a implementar hubiera sido descubierto. Pasados varios kilómetros en la retirada la sospecha pasó a ser una realidad. Cerca de la aldea se podía ver al vuelo la arena que dejaban los caballos que iban a la carrera.
La escena que vieron no se podría describir en una pagina, cada hombre que vivió esa situación podría decir cosas distintas de lo que vio, pero fue en común en todos y que nadie pudo escapar a esto, los hombres de las dunas, los duros del desierto lloraban.
La aldea arrasada por la espada y el fuego, cada choza había sido destrozada, animales de granja o domésticos estaban desparramados con sus tripas en el suelo, y el silencio, el silencio que les destrozó el corazón.
Un guerrero recordando años después lo que sintió en ese momento dijo: parecía como si un gran remolino hubiera pasado por la aldea dejándola desierta. Ni un alma encontraron, ni vivos ni muertos. Moreno recorrió la aldea, las dunas, el oasis y nada pudo encontrar, solo las huellas de cientos de pisadas y las marcas inconfundibles de carretas.
El invasor no quería sangre, de eso tuvo de sobra, necesitaban esclavos.
Moreno y sus hombres caminaron hasta las montañas más cercanas y miraron el horizonte, de muchos ojos brotaron más lágrimas.
La empuñadura del sable fue apretada hasta que los nudillos de la mano se volvieron blancos de la furia. Y sus ojos se empequeñecieron por odio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario